José Antonio Ripa

José Antonio Ripa Sanz.
La Heráldica es la ciencia sobre el estudio de las armerías o de las armas. Es también un campo de expresión artística, un elemento del derecho medieval y de las dinastías reales hasta nuestros días. Más recientemente, ha sido admitida dentro de las ciencias anexas de la historia. Se desarrolló como un sistema de identificación, no solamente de personas, sino también como parte de linajes (el blasón pudiendo ser transmitido por herencia, traduciendo el grado de parentesco) y de colectivos humanos, además de ser un sistema emblemático y único en un tiempo en el que el reconocimiento y la identificación pasaba raramente por un documento escrito. Todavía hay quien sabe conjugar esa ciencia y ese aspecto artístico. En Épila existe un claro exponente de lo que estamos diciendo.
José Antonio Ripa se dedica desde hace años a combinar la investigación rigurosa de la heráldica, con su buen hacer en el diseño y la concienzuda elaboración de sus blasones. Es un hombre meticuloso, la creación heráldica no permite fallos, hay que ceñirse a las reglas, a sus colores, a sus formas, a su vocabulario, su gramática y su semántica. Ripa hace de ello un deporte mental consistente en describir en sus justos términos figuras variadas y originales, cuya legitimidad descansa en ser fiel a un concepto heráldico. La composición se apoya en una parte de la genealogía de su titular, pero en sus orígenes “había mucho de vanidad”, según nos dice José Antonio, por parte de los titulares que en las épocas medievales encargaban sus escudos. Pero de lo que no cabe duda es del legado histórico que nos han dejado, teniendo incluso hoy día mucha aceptación e interés, en lo que respecta a los orígenes de nuestros apellidos, sean nobles o no.
Pero José Antonio no se mueve solo en esos parámetros de la heráldica, faltaría mas. Es una persona inquieta y con ganas de hacer cosas. El aburrimiento, es una palabra que no se conoce en su taller, donde se combinan diversas actividades artísticas, como la restauración o la plástica sobre vidrio. José Antonio, en gran medida se siente restaurador. Es una persona habitual en los rastros y mercadillos, donde esta a gusto detectando vestigios de pasados, mas o menos remotos, para llevarlos a su taller y renovarles su antiguo esplendor, con maestría, con paciencia y con la inestimable ayuda de Begoña, su mujer, que se convierte en complemento ideal y colaboradora incansable de su quehacer artístico. No hay antigüedad que se le resista. Cuando trabaja un mueble, una silla, una mesa, o la peana de la Virgen de Rodanas, lo hace con vehemencia y consciente de la responsabilidad que conlleva el recuperar un elemento que hicieron otros maestros, para hacerlos renacer, para darles una nueva posibilidad de existencia, para uso y deleite de generaciones presentes y futuras, a la vez que mientras recupera ese objeto, recupera también, en parte, el alma del artesano o del artista que en su día lo creó. Por ello, José Antonio se muestra imperturbable y serio cuando habla de restauración. Para el, no es un asunto baladí. Entiende la restauración no como el rescate de un elemento decorativo que queda bien en una casa, si no como algo que el tiempo, el uso, o incluso la barbarie, deterioró y a lo que hay que devolver su “esencia y alma” en la medida de lo posible.
Por otro lado, cuando nos muestra algún ejemplo de sus trabajos sobre vidrio, vemos que consigue, con esta técnica depurada y difícil, darle un toque especial a cualquier rincón, a cualquier dependencia, aportándole privacidad y personalidad allí donde se depositan. Puesto que con esta técnica, José Antonio logra armonizar, con sensibilidad, la luz tamizada por el cristal, con el color en las proporciones necesarias, para conseguir esos objetivos de armonía artística y ambiental.
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