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Concha Romero

Concha Romero

Concha Romero

 

Todos exploramos nuestro mundo personal. Todos sentimos la necesidad de hacernos preguntas sobre nosotros mismos y sufrimos ese delirio interior cuando nos enfrentamos a la realidad única e irrepetible de nuestra existencia. Y en ocasiones ese ejercicio interior se exterioriza con la idea de una puesta en común, como buscando una coartada, en la medida que se comparte con los demás. Para Concha Romero esa es la motivación. Necesita transmitir sus emociones con los pinceles y la paleta. Confiesa que "pintar es buscar la paz" y mientras la encuentra pintando, sin duda, reflexiona sobre si misma y desde ahí, encontrar su esencia absoluta y la transfiguración necesaria de un resurgir con mas ganas de vivir en el siguiente proceso. Por que quien tiene necesidad de transmitir creando, aunque resulte paradójico, también sufre. Pero sabiendo que ese sufrimiento, a veces placentero, abrirá la puerta a un nuevo proceso para convertirse en un ser mas curtido, mas maduro y, por que no, mas sabio después de esa puesta en común.

 

Quizá por ello Concha necesite de un ambiente propicio para pintar. Se evade del mundo terrenal para meterse en su otro mundo, el mas personal e íntimo y encontrar esas respuestas imposibles, a solas, con sus pinceles autodidactas y sus vivencias , plasmándolas en el lienzo de manera irreversible e incondicional, sin medias verdades que enturbien el objetivo de llegar, de transmitir lo que vive y siente. Y para ello, curiosamente, le resulte vital mirar espacios abiertos, caminos que llevan a lugares que existen, o no. Que mas da. Y se soporta en la naturaleza mas inmediata, del paisaje donde reside desde hace años, con sus olivos, recios, serios, imbricados en la dureza de un clima extremo, que les deporta mas prestigio ancestral si cabe, en su condición de árbol generoso y noble. O nos sorprende, en un requiebro de cambio radical de elemento figurativo, pintando una buena colección de flores. Quizá en busca de esa belleza interior que cualquier ser humano y sensible persigue.

 

Concha Romero tiene 48 años y apareció en el mundo de la pintura allá por el año 1980, casi por casualidad. Lo suyo siempre había sido la música. Por ello ahora la necesita mientras pinta. Sus padres se dedicaban a ese mundo "yendo de acá para allá con una orquesta", nos comenta con la nostalgia que produce el recuerdo de la infancia. La misma Concha fue cantante durante años y cuando quedó embarazada de su hijo "ante esa parada obligada, había que llenar la hiperactividad que llevaba y me decidí por la pintura". Y se tiró a tumba abierta. Sin academias ni profesores y empezó a pintar lo que le apetecía, descubriendo que era un excelente terapia "que recomiendo a cualquier persona que sienta la necesidad de hacer algo que le relaje, que le reporte esa paz que me reporta a mi" según nos cuenta no sin un cierto chispeo de brillante satisfacción en sus ojos. Su profesora ha sido ella misma. Lo que se conoce como ser "autodidacta". Pero ser autodidacta no significa "no saber". No significa que los resultados sean malos por no haber tenido una formación pictórica. Lo mismo que uno no es pianista por tener un piano, pero puede aprender a tocarlo, sin desentonar, a su manera. Los resultados de la pintura de Concha no son estridentes, no chirrían -si se me permite el término- por no ser academicista, si no que vistos con ojos asépticos, desinteresados, el resultado siempre es admitido. Por que haga lo que haga esta pintora nacida en Domeño (Valencia) y afincada en La Muela, lo hace desde la convicción mas profunda de comunicar para compartir su yo mas sincero, exponiéndolo de una forma sutil y agradable. Por que ella no pinta para ganarse la vida, si no que lo hace para sentirse bien. Para encontrarse con ella misma. Y para ello se han de dar las condiciones necesarias, incluida la del resultado final. Si no, Concha no estará satisfecha con ella misma y por ello esa "insatisfacción" en el resultado no será puesta en común.

 

 

CAL

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