Ezequiel Cruces
La cerámica es una técnica que ha de estar controlada desde el principio hasta el final. El ceramista ha de aprovechar, en su justa medida, los pasos que ha de andar hasta la conclusión de la obra. La expresividad adquiere y se tiñe de un especial dramatismo cuando se busca los elementos y las técnicas para conseguir los objetivos que se pretenden.
Ezequiel Cruces, este escultor ceramista de Calatorao, lo consigue sobradamente. Hablar con el sobre cerámica es hablar con quien ha aprendido el oficio y además esta tocado por ese misterioso influjo que se llama sensibilidad. En pocos minutos puede dar una clase magistral sobre el proceso del barro y como llegar a esto o lo otro. Esto es conocer la técnica. Pero también lo que entra en el horno, para ser cocido a unas temperaturas determinadas, su posición en el mismo, la aparición de más o menos cenizas, la intensidad del fuego, etc. etc. entrará con un moldeado muy reflexionado y meditado por Ezequiel.
Porque este escultor no es ajeno a lo que le rodea y le gusta ir rayando lo radical mas por encima que por debajo. Por que la sensibilidad también es inconformista, no tiene por que ser piadosa. Y Ezequiel nos lo muestra en su obra, con la mesura y el cuidado en la elaboración de sus piezas en las formas y su proceso en el horno, pero con la dureza en el fondo del mensaje que nos quiere transmitir cuado es preciso. Y nos da toques de atención sobre lo que el quiere. No es monotemático. Modela lo que le apetece sobre lo que le apetece sin corsés ni ataduras. La ecología, el medio ambiente, la degradación de la naturaleza llevada por la estupidez del hombre, esta patente en su obra cuando nos muestra el “Pirineo Roto”. Y cuando nos presenta al ser humano, lo hace deformando su aspecto exterior para mostrarnos lo mas controvertido y feo de su interior en “Personaje Extraño”. O modela el retrato de sus amigos, desde su visión de los mismos, para someterlos al capricho del fuego en “reducción”. Y si nos habla de sus mundos, los interiores, los de Ezequiel, con sus miedos, sus alegrías, sus encuentros o desencuentros con la vida, como los de cualquier ser humano, también los manifiesta como una granada que eclosiona en su madurez, para mostrarnos lo mas íntimo y personal, con maestría, sin tapujos, sin medias tintas. Sus luces sus sombras los del artista están en sus “candelabros” en tipo “viejo”, para enseñarnos que la luz también se torna en oscuridad y viceversa, quizá como un ciclo sin fin. La luz es el camino hacia lo oculto para volver a una claridad, mas nítida, mas intensa y mas sabia quizá.
Ezequiel Cruces viene con la impronta de haber aprendido el oficio en el “sancta santuorum” de la cerámica. Donde decir cerámica es decir Muel. Iba y venía desde su pueblo, Calatorao, a conocer de la mano de los mejores ceramistas, los secretos de este difícil mundo del barro, para posteriormente sorprendernos con su obra y sus enseñanzas en los talleres que imparte.
Sus resultados están ahí, a la vista de todos. La sensibilidad no define al artista pero tal privilegio no es corriente o al menos no es corriente el tener la capacidad para transmitirla de manera concreta con formas que no son el simple sentimiento, si no el sentimiento y la sensibilidad maduradas por el artista. Ezequiel es sin duda uno de ellos.
CAL Mayo 2007
0 comentarios